Tres noches en Copacabana
- midiarioenbolivia
- 30 jul 2017
- 3 Min. de lectura
Miércoles 18 de Enero, 2017
(Isla del Sol, Bolivia)
Pasé la noche en esa cama alquilada con frio y dolor de espalda. El estomago crujía, no de hambre sino de miedo de lo que pudiera haber sucedido en mi habitación de Copacabana. Todas mis cosas, pero fundamentalmente mi dinero estaban en aquel cuarto cerrado con llave pero con la amenaza del improvisado servicio de limpieza sobre ellas.
Me levanté y sin desayunar fui en busca de mi pasaje de las 8:30 antes de quedarme sin boleto y al parecer llegué justo a tiempo. Recorrí el camino sobre el agua de vuelta a Copacabana con las anécdotas de un equipo de rugby a mis espaldas, por lo que resultó bastante entretenido. Las eternas dos horas flotando sobre el Titicaca llegaron a su fin a las 11 de la mañana cuando pisé el puerto y subí por las calles casi al trote.
Llegué al hostel y cuando abrí la puerta el alma me volvió al cuerpo al ver que todas mis pertenencias seguían en su lugar. Bajé a renovar mi estadía y me fui a descansar con el extraño ruido de tambores de fondo.

Pasé el resto del día en la habitación y bajé a la plaza cerca de las 18:30 y me encontré con una gran fiesta callejera donde las cholitas bailaban al ritmo de una cumbia y de una banda de vientos y percusión. Bebiendo hasta caer al suelo, como dicta la costumbre bromeaban y festejaban. Aproveche a tomar fotos del colorido de los vestidos y de la alegría con que vivían el momento.

Cerca de las 20hs fui a comer una milanesa napolitana al bar que se había hecho mi guarida. Cuando la noche se empezó a hacer más grande, toda la fiesta se trasladó calle arriba por la avenida. Supe que estaban celebrando la fiesta de Nuestra Señora de la Candelaria, santa patrona de Copacabana.

Toda la magia y color de los bolivianos volvía a sorprenderme y me iba a dormir con los pasitos de baile todavía en el cuerpo.
Jueves 19 de Enero, 2017
(Copacabana, Bolivia)

Día tranquilo donde fui a leer al lago a la mañana y a la tarde me cruce con la mesera argentina del restaurante del almuerzo. También aproveche a robarle un mate a dos compatriotas que paseaban por el lago, lo necesitaba como agua.
Mi economía deficitaria había hecho que mi plan de regresar por Perú y Chile fuera desestimado, por lo que me concentre en ahorrar lo poco que me quedaba comiendo desayunos y meriendas escasos pero con almuerzos y cenas contundentes.
Las puestas de Sol fueron mi debilidad. Allí en la inmensa paz que encontré a los pies de la Luna y el Sol me decidí a pasar lo que quedaba de mi viaje hasta el momento de emprender la vuelta.
Terminé el día cenando en el mismo lugar que en el día anterior con un concierto de folkloristas argentinos. Bolivia me había dado el primer día normal desde mi llegada.
Viernes 20 de Enero, 2017
(Copacabana, Bolivia)
Segundo día normal, fui por la mañana al lago a leer pero estaba demasiado fresco. Almorcé en el lugar de siempre y me preparé para disfrutar del atardecer. Aproveche para conocer algunos puntos que me habían faltado del pueblito. Fui a la catedral de la Candelaria y nuevamente quede asombrado por la magnitud del templo. Nuevamente el peso de la Iglesia parado sobre todo lo indígena.

Volví a mi atardecer favorito y descanse la mente. Sin saber que iba a ser el último, me fui en medio de la oscuridad en busca de mi lugar en el bar donde disfrutaba mis cenas. Ese día tocaba una banda de blues & jazz acompañado del generoso plato de sopa de siempre con un lomo con fritas que me hicieron volver a sentir el gusto de la carne roja. En Bolivia la carne de vaca es escasa y cara, por lo que estaba frente a un manjar.

Junto a mí se sentaron dos argentinas viajeras que se habían quedado sin lugar y me contaron sus mágicas historias en Machu Picchu. Disfrute de los cuentos y la música hasta que me fui quedando sin energías y el sueño me empezó a ganar.
Me acosté sin saber que ¡BOLIVIA! Me pasaría por encima al día siguiente.
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