Volver a La Paz
- midiarioenbolivia
- 6 ago 2017
- 2 Min. de lectura
Sábado 21 de Enero, 2017
(Copacabana, Bolivia)
Me levante plácidamente a las 9am, me bañe tranquilo y a eso de las 10 baje para comprar el desayuno. Me acerqué a la administración del hostel y el dueño me informa con cara de pocos amigos que mi habitación estaba reservada y que el valor de la estadía pasaba de 40 a 75bs por ser “fin de semana”. Lleno de ira empaque y tomé el primer bus a La Paz con mucha bronca por el abuso de aquel empresario inescrupuloso.
Sin poder despedirme como merecía la hermosa Copacabana comencé el lento camino de regreso a casa. El cruce por Tiquina fue un poco más difícil esta vez, el bus tardó muchísimo en cruzar el estrecho y casi se pierde una pasajera. Fueron 4hs de viaje para volver a la Gran Ciudad que se hicieron realmente grande.

Después de largas vueltas en El Alto, donde pude seguir conociendo la idiosincrasia de quienes allí viven desde la ventana del bus y con solo mirar las pintadas en las paredes. La llegada a la estación cementerio fue de lo más normal, tomé el primer taxi que vi y volví al Loki.

Masticando bronca por el maltrato en Copacabana, me hospede en el hostel de La Paz. La ciudad brindaba la expectativa de poder ver de cerca al presidente Evo Morales en la apertura de sesiones del parlamento del día siguiente. A pesar de mi mal humor, tenia cosas por hacer y conocer en Bolivia.

Dormí una siesta y salí a recorrer las calles que se preparaban para la gran fiesta. Al volver a mi habitación, me encontré con dos argentinas que volvían de hacer la excursión en bicicleta por la “Ruta de la Muerte”. De la nada apareció un mate y la charla se hizo interminable. María y Julieta eran de La Pampa pero ahora la primera vivía en Buenos Aires y la segunda en Córdoba, por lo que llevaba una tonada especial. Charlamos, mateamos y nos reímos. De pronto me sentí como en casa o de viaje de egresados pudiendo compartir los mismos códigos con gente de mi edad en aquel país tan diferente al nuestro.

Nos separamos para la cena y nos reencontramos a la noche en el bar del último piso del Loki, en donde pasamos un buen rato. Al otro día se iban bien temprano, por lo que aproveche al máximo las charlas cotidianas y las sonrisas.
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